miércoles, 6 de octubre de 2010

Para pensarle

Para pensarle
 
René Drucker Colín
 
En un momento tan difícil, hay quienes dicen que no podemos permitirnos invertir en ciencia. Que el apoyo a la investigación de algún modo es un lujo en un momento definido por necesidades. Yo estoy en desacuerdo a fondo. La ciencia es más esencial para nuestra prosperidad, nuestra seguridad, nuestra salud, nuestro ambiente y nuestra calidad de vida; que nunca antes. Y si alguna vez hubo un día que nos recordará de nuestra apuesta compartida por la ciencia y la investigación, ese día es hoy.
Esto lamentablemente no fue dicho por Calderón, lo cual es obvio, pues el desdén que ha mostrado hacia la actividad científica se constató desde el principio de su gestión, al haber nombrado a Romero Hicks al frente del Conacyt. Esto que cité y puse entre comillas es un fragmento del discurso de Barack Obama ante la Academia Nacional de Ciencias en Washington, en abril de 2009. Qué diéramos por tener un presidente que tuviera la visión que más adelante señaló Obama: Y nuestro futuro como nación depende de nuestra disposición a abrazar este reto como oportunidad de dirigir al mundo en la búsqueda de nuevos descubrimientos.
Desde luego que en el caso de México no se puede culpar sólo a la actual administración de la falta de visión en cuanto a asuntos sobre la ciencia. Esta absoluta miopía ha sido una enfermedad crónica de toda la clase política mexicana. Realmente el Conacyt ha sido desde su creación un organismo meramente ornamental y, si bien en los 40 años desde su creación ha habido ciertos programas que han alcanzado unos pocos éxitos, la realidad es que la comunidad científica nunca ha sido parte de las prioridades del país y se le tolera porque es políticamente correcto, pues da algunas cosas de qué presumir. Pero en realidad la inversión en este rubro nos coloca siempre entre los países coleros, ya que jamás hemos, ni cercanamente, llegado a la inversión de 1 por ciento del PIB para la ciencia, lo que ha sido repetidamente recomendado por la OCDE. Esta recomendación fue traducida en una ley en 2001 que nunca se ha cumplido y ni la intención se tiene.
El Conacyt, a lo largo de su historia y para que no perdiera su carácter tropical, siempre ha tenido directivos con ocurrencias, ya sea verbales o de acciones, como un director que cuando le preguntaron qué pensaba de la fuga de cerebros, contestó: ¿Fuga de cerebros?, ¡no, hombre!, en México lo que hay es fuga de braceros, u otro director que dijo que a los científicos les da lo mismo estudiar a la pulga que la cabeza del ser humano, o aquel director adjunto que dijo que mejorar una dona también es un descubrimiento científico cuando se le cuestionó sobre el asunto de los incentivos fiscales. Y sobre esto último, ahora el Conacyt, en sus programas de innovación, parece ser que otorgó 56 millones a Mexicana de Aviación, que ya desapareció, me imagino que con todo y los 56 milloncitos. Sería bueno saber adónde fueron a parar esos dineros que bien habrían servido a la comunidad que realmente hace ciencia.
En fin, que el Conacyt es un organismo que le importa un pito al Ejecutivo, al igual que a los diputados y senadores, pues ya lo constatamos en esta última Cámara, que el día de la comparecencia del director del Conacyt sólo se presentaron dos senadores a interrogarlo acerca de sus logros. Vergüenza debería dar a esos señores que reciben sueldos insultantes a costa de nuestros impuestos, para que ni siquiera cumplan con el mínimo trabajo para el que se les paga. Pero seguro que sus aguinaldos serán jugosos y los cobrarán, eso sí, con toda puntualidad y celeridad.
En fin, el país está secuestrado por una clase política que pareciera estar diseñada por el enemigo. Pero ¡viva México!, mientras nos dure.

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