viernes, 22 de octubre de 2010

Amin Maalouf: «El mundo va hacia el precipicio y es el momento de reinventarlo»

Amin Maalouf: «El mundo va hacia el precipicio y es el momento de reinventarlo»

El escritor libanés, premio Príncipe de Asturias de las Letras 2010, considera que «uno de los grandes retos del siglo XXI es enseñar a la gente a vivir todos juntos»


ELENA FERNÁNDEZ-PELLO «Me sitúo entre dos mundos, que desconfían el uno del otro, que no se conocen y que mantienen los mismos prejuicios uno sobre el otro desde hace doscientos años». Desde esa atalaya, desde su origen libanés y su exilio europeo, Amin Maalouf (Líbano, 1949) vislumbra un panorama en el que «la tolerancia está en crisis».

Francia paralizada por las huelgas, la política sobre emigración cuestionada... ¿Se atreve a vaticinar el futuro político de Sarkozy?

No creo revelar ningún secreto al decir que Francia desconfía de sus dirigentes, hace años que Francia quiere votar no a todo, se respira una atmósfera como la del 68 o el 95. Sarkozy genera una desconfianza y desaprobación bastante elevadas. Ahora bien, yo creo que él piensa, de sí mismo, que si es capaz de salir de esta crisis con determinación puede vérsele como un gobernante fuerte y creíble, y así podrá llevar su reforma hasta el final. Las fuerzas políticas francesas no van a llamar a la insurrección, porque eso sería incontrolable. Nadie pone en tela de juicio el fondo de la reforma de las pensiones. Todos los partidos coinciden en que hay un problema y hay que solucionarlo. Las manifestaciones no van a impedir que el parlamento vote y que la ley salga adelante.

En su obra siempre está presente el Mediterráneo ¿Qué representa para usted?
Tendemos a considerar que es una realidad política y cultural: en mi opinión, no lo es. Y lo mismo pasa con Europa. Hemos hablado de Europa mucho tiempo, cuando en realidad no existe. Había unos pueblos con algunas cosas en común y muchas otras que las enfrentaban, y así es hasta el momento en que unos dirigentes visionarios dicen: vamos a construir Europa.

¿Y lo mismo podría suceder ahora con el Mediterráneo?
Hay que construir el Mediterráneo, hay que construir una identidad mítica como ha ocurrido con Europa, transformarlo para convertirlo en un lago de paz, de prosperidad; en la actualidad es una frontera, una de las más duras en hay en el mundo, entre la esperanza y la desesperanza, la democracia y las autocracias...

¿Está de acuerdo con la prohibición del uso del burka o el niqab?

El burka es una manifestación retrógrada, sin lugar a dudas, y desde mi punto de vista constituye una humillación para la mujer. Y esa humillación es la misma en París y en Kabul: no creo que a ninguna mujer le apetezca disfrazarse de esa manera. La lucha es la misma de siempre, por la liberación, contra el oscurantismo y el servilismo. Lo importante es luchar por ideales.

¿Y entre tanto?
En Francia se está dando un fenómeno de afirmación excesiva de una serie de grupos, con verdaderos problemas de identidad. No me voy a posicionar en contra de la prohibición, y esto no es equilibrismo político. Pienso que el problema se debe resolver con reglas de convivencia común, de modo que los elementos oscurantistas se vean marginados. No es un derecho llevar el burka. Las mujeres que lo llevan son víctimas, de la imposición de un gobierno, de la familia, por la presión social... Eso no es libertad.

¿La tolerancia está en retroceso?
Es un valor en crisis. Vivimos en los mismos países, en las mismas ciudades, con distintas lenguas, cultura y religiones. Debemos vivir juntos y no sabemos cómo hacerlo. No nos queda otro remedio. Quizás deberíamos firmar una carta magna de la coexistencia. Y no hay que minimizar los fenómenos xenófobos y racistas, hay que frenar y pensar porque existe ese malestar y cómo solucionarlo. Uno de los grandes retos del siglo XXI es enseñar a la gente a vivir todos juntos.

¿Con la literatura confía en cambiar el mundo?

Yo soy de esos ingenuos que creen en ello. Vivimos en un mundo que va a la carrera hacia el precipicio y ha llegado el momento de reinventarlo.

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